Segunda Parte
"Siempre me hago cruces al pensar como millones de personas de años se han enamorado y desenamorado sin saber lo que les pasaba por dentro. Yo creo que no hay nada más poético que la versión biológica y científica del amor".
Son palabras de Eduardo Punset (Barcelona, 1936), un abogado y economista que alcanzó la popularidad como divulgador científico. Ha sido redactor económico de la BBC, director económico de la edición para América Latina del semanario The Economist y economista del Fondo Monetario Internacional. Pero durante los últimos años, a horas intempestivas, aparecía su estampa de científico despistado en televisión, y con voz pausada y tranquila desentrañaba todos los misterios que nos rodean en un programa (Redes) que, a pesar de todo, siempre ha tenido una solvente cuota de audiencia.
A raíz de su éxito como presentador de Redes, Punset también empezó a escribir libros de divulgación científica. Al principio no llamaron demasiado mi atención: no eran más que recopilaciones de entrevistas u opiniones recogidas en su programa de televisión. Con el tiempo, sin embargo, Eduardo Punset ha ido formando un estilo propio de narrar lo que cientos y cientos de colegas y amigos científicos le han ido explicando. En algunos casos, incluso superando al original.
Es el caso de El viaje al amor. Un libro que no desvelará nada sustancialmente nuevo a los que ya estén versados en los últimos descubrimientos acerca del sentimiento más universal del hombre. No obstante, Punset lo explica todo de una forma tan particular, un tanto poética, incluso un tanto críptica, pero sin pedanterías ni soberbias, siempre desde el punto de vista de un hombre humilde y abrumado por el conocimiento, que leer lo ya sabido se hace tan ameno como si en realidad no se supiera.
Eduardo Punset lo sintetiza todo, lo hace comprensible, como un buen divulgador. Pero lo más importante es que ha conseguido captar la atención de lectores que jamás se acercarían a una obra como ésta. Lectores de Pablo Cohelo o Brian Weiss, por ejemplo. Muchos supongo que esperan encontrar una suerte de librito de autoayuda para conducirse por el proceloso mundo de las relaciones amorosas. Pero no todos saldrán defraudados: al darle una oportunidad a Punset, estoy convencido de que apreciarán esta nueva perspectiva, e incluso puede que hasta les parezca más lúcida y atractiva. Porque Eduardo Punset convierte a los no científicos en científicos.
En El viaje al amor desgrana las claves del amor desde el punto de vista de la genética, el deseo sexual evolutivo, la neuroquímica, la belleza anatómica y demás áreas del conocimiento un tanto oscuras para el lector de la calle. Pero siempre lo intenta hacer con poesía, con reflexiones líricas, añadiéndole mucho de su experiencia personal (muchos hemos descubierto asombrados que Eduardo Punset posee sus propias y desgarradoras historias de amor).
Una de las aportaciones que Punset ofrece a la ciencia del amor es una ecuación para medirlo. Es una licencia un tanto cogida por los pelos, si se quiere, pero resume bastante bien el espíritu de su libro. La fórmula es:
A= (a+i+x)k
Traducido sería: amor es la suma del apego personal, la inversión parental o familiar y la sexualidad, y todo ello afectado por el entorno.
También dedica Punset una parte del libro a la diferenciación del amor en el hombre y la mujer. En el cerebro del hombre, se dedica 2,5 veces más espacio al sexo que en el cerebro de la mujer. Y para que una mujer pueda alcanzar un orgasmo, a diferencia del hombre, precisa estar libre de preocupaciones.
En definitiva un libro diferente que explica algo ya sabido (por científicos), pero que sin duda derribará muchas ideas preconcebidas, sobre todo deudoras de la literatura romántica, que a la luz de los nuevos conocimientos ya no tienen ningún sustento.
Y es que para Punset el amor “tiene 3.000 millones de años y surgió en el momento en el que una bacteria se preguntó si había alguien más ahí porque no podía sobrevivir sola”.
Debo añadir, sin embargo, una pequeña mancha en este texto. Concretamente al final del libro se incluye un test para evaluar nuestra capacidad para amar. Esta encuesta no se diferencia mucho, a mi juicio, de las que aparecen en muchas revistas de cotilleo, y ensombrece un poco el rigor científico mantenido desde el principio. ¿Tal vez una exigencia editorial para captar a más lectores generalistas recelosos de un libro que está en la esquina más estrecha de la librería, justo detrás de la enorme estantería de ciencias ocultas y autoayuda?
Son palabras de Eduardo Punset (Barcelona, 1936), un abogado y economista que alcanzó la popularidad como divulgador científico. Ha sido redactor económico de la BBC, director económico de la edición para América Latina del semanario The Economist y economista del Fondo Monetario Internacional. Pero durante los últimos años, a horas intempestivas, aparecía su estampa de científico despistado en televisión, y con voz pausada y tranquila desentrañaba todos los misterios que nos rodean en un programa (Redes) que, a pesar de todo, siempre ha tenido una solvente cuota de audiencia.
A raíz de su éxito como presentador de Redes, Punset también empezó a escribir libros de divulgación científica. Al principio no llamaron demasiado mi atención: no eran más que recopilaciones de entrevistas u opiniones recogidas en su programa de televisión. Con el tiempo, sin embargo, Eduardo Punset ha ido formando un estilo propio de narrar lo que cientos y cientos de colegas y amigos científicos le han ido explicando. En algunos casos, incluso superando al original.
Es el caso de El viaje al amor. Un libro que no desvelará nada sustancialmente nuevo a los que ya estén versados en los últimos descubrimientos acerca del sentimiento más universal del hombre. No obstante, Punset lo explica todo de una forma tan particular, un tanto poética, incluso un tanto críptica, pero sin pedanterías ni soberbias, siempre desde el punto de vista de un hombre humilde y abrumado por el conocimiento, que leer lo ya sabido se hace tan ameno como si en realidad no se supiera.
Eduardo Punset lo sintetiza todo, lo hace comprensible, como un buen divulgador. Pero lo más importante es que ha conseguido captar la atención de lectores que jamás se acercarían a una obra como ésta. Lectores de Pablo Cohelo o Brian Weiss, por ejemplo. Muchos supongo que esperan encontrar una suerte de librito de autoayuda para conducirse por el proceloso mundo de las relaciones amorosas. Pero no todos saldrán defraudados: al darle una oportunidad a Punset, estoy convencido de que apreciarán esta nueva perspectiva, e incluso puede que hasta les parezca más lúcida y atractiva. Porque Eduardo Punset convierte a los no científicos en científicos.
En El viaje al amor desgrana las claves del amor desde el punto de vista de la genética, el deseo sexual evolutivo, la neuroquímica, la belleza anatómica y demás áreas del conocimiento un tanto oscuras para el lector de la calle. Pero siempre lo intenta hacer con poesía, con reflexiones líricas, añadiéndole mucho de su experiencia personal (muchos hemos descubierto asombrados que Eduardo Punset posee sus propias y desgarradoras historias de amor).
Una de las aportaciones que Punset ofrece a la ciencia del amor es una ecuación para medirlo. Es una licencia un tanto cogida por los pelos, si se quiere, pero resume bastante bien el espíritu de su libro. La fórmula es:
A= (a+i+x)k
Traducido sería: amor es la suma del apego personal, la inversión parental o familiar y la sexualidad, y todo ello afectado por el entorno.
También dedica Punset una parte del libro a la diferenciación del amor en el hombre y la mujer. En el cerebro del hombre, se dedica 2,5 veces más espacio al sexo que en el cerebro de la mujer. Y para que una mujer pueda alcanzar un orgasmo, a diferencia del hombre, precisa estar libre de preocupaciones.
En definitiva un libro diferente que explica algo ya sabido (por científicos), pero que sin duda derribará muchas ideas preconcebidas, sobre todo deudoras de la literatura romántica, que a la luz de los nuevos conocimientos ya no tienen ningún sustento.
Y es que para Punset el amor “tiene 3.000 millones de años y surgió en el momento en el que una bacteria se preguntó si había alguien más ahí porque no podía sobrevivir sola”.
Debo añadir, sin embargo, una pequeña mancha en este texto. Concretamente al final del libro se incluye un test para evaluar nuestra capacidad para amar. Esta encuesta no se diferencia mucho, a mi juicio, de las que aparecen en muchas revistas de cotilleo, y ensombrece un poco el rigor científico mantenido desde el principio. ¿Tal vez una exigencia editorial para captar a más lectores generalistas recelosos de un libro que está en la esquina más estrecha de la librería, justo detrás de la enorme estantería de ciencias ocultas y autoayuda?
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