Bajo la cobertura legal del decreto 261, se inició en Tucumán el llamado “Operativo Independencia”; su jefe era un antiguo militar peronista, el general Vilas, que admitió que se podían usar con los detenidos métodos prohibidos por las leyes. En febrero de 1975 se creó en Famaillá, provincia de Tucumán, el primer centro clandestino de detención de la Argentina: “La Escuelita”. Según comprobé la justicia, por “La Escuelita’ pasaron más de mil detenidos.
Todos fueron torturados y un alto porcentaje, ejecutado. En agosto de 1975, asumió como Comandante en jefe del Ejército el general Jorge Rafael Videla. Al poco tiempo, la presidenta Perón pidió Licencia por razones de salud. La reemplazó el presidente del Senado, el doctor Ítalo Argentino Luder.
En octubre comenzaron a circular rumores de golpe de Estado. A los pocos días de reasumir el mando la presidenta, los montoneros lanzaron uno de los operativos más audaces: el ataque a un cuartel de la provincia de Formosa, adonde llegaron con un avión de línea secuestrado para ese efecto, Se produjeron bajas de ambos bandos.
La estrategia de la guerrilla era provocar el golpe de Estado por parte de los militares. Pensaban que con las Fuerzas Armadas en el gobierno, el pueblo tendría más claro quién era el enemigo. Esperaban una represión semejante a las de las dictaduras anteriores. (imagen: Compañía de Monte Ramón Rosas del ERP)
Diciembre de 1975 fue un mes trágico. El día 19, un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea se sublevaron contra el gobierno, en un intento de golpe de Estado. Las bases de Morón y Aeroparque estuvieron tomadas por algunas horas. La reacción popular fue nula, pese a lo cual los mandos militares decidieron esperar que la situación del gobierno democrático se deteriorara aun más. El 23 el ERP atacó el Batallón 601, en Monte Chingolo, en el partido de Quilmes, la provincia de Buenos Aires, pero la operación fue delatada por un oficial de inteligencia infiltrado entre los guerrilleros y la irrupción de los atacantes fue rápidamente repelida por los alertados militares.
Monte Chingolo fue un desastre para el ERP y la última acción de gran despliegue de la guerrilla. El grupo guerrillero estaba destruido, ya había sido derrotado en Tucumán y la gran cantidad de bajas lo había minimizado. Los siguientes atentados demostraron la falta de combatientes. En Navidad, el general Videla pronunció un discurso en Tucumán en el que reclamaba rectificaciones al gobierno, fijándole un plazo de tres meses, justo el tiempo que transcurrió hasta el golpe.
Durante los primeros meses de 1976, la presidenta y su entorno hicieron los últimos intentos para evitar el derrocamiento. Propusieron un gabinete cívico-militar, el ingreso de los militares al gobierno, y adelantaron las elecciones presidenciales para octubre de ese año. En el parlamento se pidió el juicio político a María Estela Martínez, pero este no prosperó.
Todos estos planteos tuvieron escasa repercusión en una opinión pública demasiado influida por las desilusiones permanentes y hábilmente trabajada por la prédica golpista de muchos medios masivos de comunicación. Para la mayoría se hacía difícil identificar un gobierno como el de Isabel con la democracia: había censura, presos políticos, tortura, desaparecidos, aunque perduraba el parlamento, alguna prensa independiente y la posibilidad de cambiar las cosas en las elecciones de octubre. A las 3 y 10 de la madrugada del 24 de marzo de 1976, las radios cambiaron los tangos por una marcha militar. Un nuevo golpe de Estado se había consumado.
Todos fueron torturados y un alto porcentaje, ejecutado. En agosto de 1975, asumió como Comandante en jefe del Ejército el general Jorge Rafael Videla. Al poco tiempo, la presidenta Perón pidió Licencia por razones de salud. La reemplazó el presidente del Senado, el doctor Ítalo Argentino Luder.
En octubre comenzaron a circular rumores de golpe de Estado. A los pocos días de reasumir el mando la presidenta, los montoneros lanzaron uno de los operativos más audaces: el ataque a un cuartel de la provincia de Formosa, adonde llegaron con un avión de línea secuestrado para ese efecto, Se produjeron bajas de ambos bandos.
La estrategia de la guerrilla era provocar el golpe de Estado por parte de los militares. Pensaban que con las Fuerzas Armadas en el gobierno, el pueblo tendría más claro quién era el enemigo. Esperaban una represión semejante a las de las dictaduras anteriores. (imagen: Compañía de Monte Ramón Rosas del ERP)
Diciembre de 1975 fue un mes trágico. El día 19, un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea se sublevaron contra el gobierno, en un intento de golpe de Estado. Las bases de Morón y Aeroparque estuvieron tomadas por algunas horas. La reacción popular fue nula, pese a lo cual los mandos militares decidieron esperar que la situación del gobierno democrático se deteriorara aun más. El 23 el ERP atacó el Batallón 601, en Monte Chingolo, en el partido de Quilmes, la provincia de Buenos Aires, pero la operación fue delatada por un oficial de inteligencia infiltrado entre los guerrilleros y la irrupción de los atacantes fue rápidamente repelida por los alertados militares.
Monte Chingolo fue un desastre para el ERP y la última acción de gran despliegue de la guerrilla. El grupo guerrillero estaba destruido, ya había sido derrotado en Tucumán y la gran cantidad de bajas lo había minimizado. Los siguientes atentados demostraron la falta de combatientes. En Navidad, el general Videla pronunció un discurso en Tucumán en el que reclamaba rectificaciones al gobierno, fijándole un plazo de tres meses, justo el tiempo que transcurrió hasta el golpe.
Durante los primeros meses de 1976, la presidenta y su entorno hicieron los últimos intentos para evitar el derrocamiento. Propusieron un gabinete cívico-militar, el ingreso de los militares al gobierno, y adelantaron las elecciones presidenciales para octubre de ese año. En el parlamento se pidió el juicio político a María Estela Martínez, pero este no prosperó.
Todos estos planteos tuvieron escasa repercusión en una opinión pública demasiado influida por las desilusiones permanentes y hábilmente trabajada por la prédica golpista de muchos medios masivos de comunicación. Para la mayoría se hacía difícil identificar un gobierno como el de Isabel con la democracia: había censura, presos políticos, tortura, desaparecidos, aunque perduraba el parlamento, alguna prensa independiente y la posibilidad de cambiar las cosas en las elecciones de octubre. A las 3 y 10 de la madrugada del 24 de marzo de 1976, las radios cambiaron los tangos por una marcha militar. Un nuevo golpe de Estado se había consumado.
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